"Toda la actividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene recíproca relación con ella. Para una adecuada formación de esa cultura se requiere la participación directa de todo el hombre, el cual desarrolla en ella su creatividad, su inteligencia, su conocimiento del mundo y de los demás hombres. A ella dedica también su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y disponibilidad para promover el bien común. Por esto, la primera y más importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino..." (Tomado de la Enciclica Centesimus annus)

» Colaborador: Pbro. Miguel Antonio Galíndez Ramos

  • Sacerdote de la Arquidiocesis de Valencia en Venezuela
  • Licenciado en Filosof'ia, Magister en Teologia y en Educación Superior Universitaria.
  • Profesor de Filosofía, jubilado activo de la Universidad de Carabobo.
  • Algunos de sus libros publicados: "Una alteridad constitutiva del Si-mismo" (sobre Rocoeur) Valencia 2000. "Buenas Noticias" (homiletica) Valencia 2001. Articulos en revistas nacionales y extranjeras.

» Principio Pastoral...

"Toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer aparecer el Amor de Nuestro Señor, a fin de cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el Amor, ni otro término que el Amor".

(Tomado del catesismo romano)

» Tiempo: PENTECOSTÉS

viernes, 7 de marzo de 2008

» QUINTO DOMINGO DE CUARESMA / A


5º Domingo de Cuaresma / A
1ª Lectura: Ez 37,12-14;
2ª Lectura: Rom 8,8-11;
9 de marzo de 2008


Evangelio: 11,1-45

En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo». Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea». Los discípulos le replican: «Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?» Jesús contestó: «¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz». Dicho esto, añadió: «Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo». Entonces le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se salvará». Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de que no hayamos estado allí, para que crean. Y ahora vamos a su casa». Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: «Vamos también nosotros y muramos con él». Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: «El Maestro está ahí y te llama». Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo han enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo». Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quiten la losa». Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días». Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera». El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo y para que pueda andar». Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Jesús da la vida

“Vamos también nosotros y muramos con él. Habla Tomás el Mellizo, cuando Jesús decide ir a Betania. Betania quedaba a tres kilómetros de Jerusalén. Presentarse Jesús allí era exponerse a la persecución de los fariseos. La resurrección de Lázaro será el detonante de aquel decreto del Consejo de los jefes de los sacerdotes y los fariseos: “Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación” (11,49). Atendiendo a la petición de Marta y María, Jesús decreta su propia muerte.

La reviviscencia o resucitación de Lázaro es el último de los siete “signos” u “obras” narrados por el cuarto evangelio. Antes de arrostrar la muerte, Jesús se manifiesta como Señor de la vida, declara solemnemente en público:”Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y todo el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.

Los simbolismos de los domingos anteriores de agua-sed, de luz-fe se convierten aquí en muerte-resurrección.

En este último domingo de cuaresma (ver primera lectura), el profeta Ezequiel anuncia la vuelta de los desterrados al hogar, con la potente imagen de la próxima apertura de las tumbas. Al desastre de la nación, visión del profeta del valle de los huesos calcinados, seguirá la resurrección nacional. El espíritu de Yahvé es capaz de abrir los sepulcros y restaurar la vida.

El Dios de vivos, que no de muertos, se revela plenamente en el NT, y la Palabra definitiva de Dios abrirá el sepulcro de Lázaro. Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios con plena potestad para dar vida a los muertos. Marta es la creyente, la gran confesante, su fe es la de los cristianos de cualquier época.

La gloria salvadora de Dios se ha manifestado ante los hombres con toda su fuerza y esplendor. Las imágenes de Ezequiel son el preludio de la salvación integral de la humanidad por obra de la resurrección de Jesús.

Un relato paradójico. El que da la vida a los muertos comienza a ver su existencia en inminente peligro. Amar a los amigos, librar a los demás de la muerte, arriesgar lo que somos se paga con la propia vida. Es el amor compasivo y es la vida como donación. “Nadie me la quita, la doy yo mismo”. Descubrimos el poder de la ternura y la amistad de un Dios comprometido siempre con la vida. Vida sin límites y para siempre es la más profunda aspiración que cobijamos.

La resurrección de Lázaro, tal como la presenta san Juan, es una catequesis para el bautismo, que desarrolla la afirmación de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida”. De hecho, en una práctica restaurada por el Concilio Vaticano Segundo, los catecúmenos emprenden las prácticas cuaresmales como última etapa para celebrar, en la Vigilia Pascual, los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía. En la Noche Santa se alcanzarán la madurez de la fe y la gracia de la conversión. Los cristianos viejos se unirán a los nuevos iniciados, renovando sus compromisos bautismales.

Lázaro de Betania es el hombre que murió dos veces. Más allá, Jesús da la vida misma de Dios, vida eterna, la comunica ya desde ahora a los creyentes, como Salvador la manifiesta en las señales que realiza.

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miércoles, 5 de marzo de 2008

» CUARTO DOMINGO DE CUARESMA / A


4º Domingo de Cuaresma / A
1ª Lectura: 1 Sam 16,1.6-7.10-13;
2ª Lectura: Ef 5,8-14;
2 de marzo de 2008


Evangelio: Jn 9,1-41

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?» Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo». Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?» Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver». Le preguntaron: «¿Dónde está él?» Contestó: «No sé». Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta». Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es éste su hijo, de quien dicen ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres contestaron: «Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Pregúntenselo a él, que es mayor y puede explicarse». Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, pregúntenselo a él». Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo». Le preguntan de nuevo: ¿«Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?» Les contestó: «Se lo he dicho ya, y no me han hecho caso; ¿para qué quieren oírlo otra vez?; ¿también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?» Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene». Replicó él: «Pues eso es lo raro: que ustedes no saben de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder». Le replicaron: «En pecado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él. Jesús añadió: «Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos». Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?» Jesús les contestó: «Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen que ven, su pecado persiste».

Recibir al otro

El domingo pasado, siguiendo a Juan, se nos daba el símbolo del agua; hoy, se nos da el de la luz. Nos preparamos así a celebrar la Vigilia pascual. En medio de la oscuridad de la Noche Santa, brillará la luz de Cristo para, luego, sumergirnos en el agua bautismal y renovar nuestros compromisos cristianos.

Quisiera detener la mirada en un detalle del relato, la toponimia menor “Siloé”. La piscina, más bien cisterna o estanque, cercana al templo de Jerusalén, se nutría del manantial de Guijón. Jesús envía al ciego a lavarse allí. Grupos cristianos de la actualidad han tomado este nombre para designar acciones, programas e instituciones que adelantan a favor de “ciegos” que buscan curarse (Ver
http://www.escuelaspias-td.es/ que reproduce la hoja Dabar, correspondiente al 4º Domingo de Cuaresma). Acogen a personas con problemas de drogas, enfermos de Sida, los sin vivienda y sin trabajo… a los que nadie quiere, que sobran dondequiera se asomen.

El relato del evangelio trata de un invidente que no sabe. “No sé quién es el que me ha curado”. Sospecha que es un profeta y que viene de Dios. No sabe, hasta el final. Sólo alcanza a decir: “Creo, Señor”. Recobró la vista, el sentido de la vida y la confianza en Dios. El relato ilustra acerca de las tinieblas que quieren ahogar la luz, según el mismo evangelio (Jn 1,5). El invidente abierto a la luz de la verdad es contrapuesto a la ceguera colectiva.

Abramos una página de la tradición rabínica (puede consultarse el pensamiento de Rabí Ezriel Tauber, Autoestima, © edic. Jerusalem, México). De los tres grandes principios del judaísmo ─ Hashem, Torá e Israel ─, amar al prójimo de Israel es el más importante. El “amor al prójimo” debe extenderse también al extranjero y al extraño, y no sólo a aquellos con los que se comparten creencias comunes (Véase el Levítico). El judaísmo rabínico ve a Dios y al hombre como consustanciales y, por tanto, con las mismas características emocionales: poder, amor y justicia serían las principales. La relación de amor definiría, desde su perspectiva, la interacción entre Dios e Israel (la comunidad sagrada), entre los hombres y la del hombre consigo mismo. El amor a Dios y al prójimo son en definitiva las mismas del buen proceder. Pero el amor no puede ser obligado. Sólo debe ser libremente entregado, no forzado. El amor definido por el judaísmo rabínico comienza por tanto con el amor a Dios, y se extiende al prójimo y también a uno mismo.

¿Cómo se beneficia aquel que ama, con el acto de amar al otro? La regla “Amar al prójimo como a uno mismo” extiende al otro la afirmación del sí-mismo que sostiene la vida. Amar al prójimo que es como uno mismo no ofrece ningún desafío. Pero amar al extraño-el extranjero requiere esfuerzo. Y la fuente del amor para toda la comunidad es un relato que somos capaces de formular, la metáfora del gobernante*.

El Dasein de Heidegger es un ser-para-la-muerte, esto es, los proyectos son importantes porque tienen un final. Si desconozco al otro como proyecto, si lo cosifico y lo convierto en un utensilio, en un ser-a-la-mano, entonces no me he entregado de veras. No puedo negar al otro-persona y su libertad, su inacabamiento. Exigir promesas y certidumbres es volver al otro un ser inauténtico. No puedo desconocer que presente, pasado y futuro son momentos actuales tanto del yo como del tu. No puedo convertir al otro en un ente-para-mí, canibalizarlo.

Debemos hacernos responsables de nuestra propia vida y asumir nuestra propia muerte, sin dejarnos tragar en nuestra relación con los objetos y sus funciones. La vida inauténtica nace del ocultamiento de lo terrible de nuestra condición. La autenticidad consiste en reconocer que somos un ser-para-la-muerte, única vía de acceso a la libertad. El Dasein hace su ser, porque mientras vive hay posibilidades, esto es, posibilidades de ser. La muerte es la clausura de las posibilidades.

Muy corrientemente, las personas en necesidad son vistas como las únicas culpables de su “malvivir”, viciosos, y la sociedad los excluye. Normalmente nosotros vemos apariencias, pero el Señor ve el corazón (1 Sam 16,7). Los “Siloés” son lugares eminentemente sanadores. Debieran surgir en nuestro país muchos Siloés, lugares de sanación, en los que la recepción incondicional de los necesitados sea su mejor sello de identidad. Recibir a las personas con confianza, respeto y cordialidad, sin juzgarlas. No esperar retribución. Actitud de gratuidad. Darle toda la importancia a las personas y no a los problemas, devolverles el protagonismo de sus historias particulares. Si asumimos tal actitud, saldremos enriquecidos del encuentro y del diálogo. Representa una llamada a vivir la existencia de manera radical, dejando atrás prejuicios, rutinas y posiciones postizas. Seremos liberados de miedos, engaños y egoísmos que paralizan nuestra vida. Nos inducen a la compasión y a la alegría, al trabajo por un mundo más justo…

Hemos de construir lugares de perdón, donde se haga posible la experiencia espiritual con Dios en los más empobrecidos, a contracorriente de un orden social que secreta enfermedad, exclusión y muerte.

“Ustedes son la luz del mundo”. Debemos ser luz del mundo.


____________ * Me sirvo parcialmente del artículo de Yaiza Martínez, de la Cátedra de ciencia tecnología y religión, de la Universidad de Comillas – Madrid, sobre la cuestión “El amor al prójimo se extiende también al extranjero en el judaísmo clásico”, en el que expone el pensamiento de Jacob Neusner, presentado luego en Metanexus 2007 Conference, en Madrid el 4 de junio de 2007.

» Videopastoral

(ANTES DE EJECUTAR EL VIDEO RESECTIVO, DEBES DETENER EL REPRODUCTOR MUSICAL)

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