"Toda la actividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene recíproca relación con ella. Para una adecuada formación de esa cultura se requiere la participación directa de todo el hombre, el cual desarrolla en ella su creatividad, su inteligencia, su conocimiento del mundo y de los demás hombres. A ella dedica también su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y disponibilidad para promover el bien común. Por esto, la primera y más importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino..." (Tomado de la Enciclica Centesimus annus)

» Colaborador: Pbro. Miguel Antonio Galíndez Ramos

  • Sacerdote de la Arquidiocesis de Valencia en Venezuela
  • Licenciado en Filosof'ia, Magister en Teologia y en Educación Superior Universitaria.
  • Profesor de Filosofía, jubilado activo de la Universidad de Carabobo.
  • Algunos de sus libros publicados: "Una alteridad constitutiva del Si-mismo" (sobre Rocoeur) Valencia 2000. "Buenas Noticias" (homiletica) Valencia 2001. Articulos en revistas nacionales y extranjeras.

» Principio Pastoral...

"Toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer aparecer el Amor de Nuestro Señor, a fin de cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el Amor, ni otro término que el Amor".

(Tomado del catesismo romano)

» Tiempo: PENTECOSTÉS

viernes, 16 de mayo de 2008

» LA SANTÍSIMA TRINIDAD / A


La Santísima Trinidad / A
1ª Lectura: Ex 34,4b-6.8-9;
2ª Lectura: 2 Cor 13,11-13;

Domingo después de Pentecostés
18 de mayo de 2008


Evangelio: Jn 3,16-18

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El ser de Dios

Las lecturas de hoy nos revelan el perfil, el rostro o la fisonomía de Dios. La lectura del Éxodo lo revela como un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6). En la segunda lectura, Pablo nos desvela el misterio de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en el saludo trinitario a la asamblea (2 Cor 13,13). Finalmente el evangelio de hoy, tomado de San Juan, es un texto cumbre de la revelación: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único” (Jn 3,16).

El Éxodo nos enseña que conocemos a Dios por la historia. Un Dios que se comprometió con un pueblo en su lucha contra la opresión. El credo de Israel y el credo de la Iglesia son confesiones de fe historiadas. Una fe que pasa por el reconocimiento de los grandes eventos salvíficos. “Nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado”, etc., son datos históricos.

Dios uno y trino es un misterio o vida divina que se despliega en la experiencia de la revelación progresiva en la historia. Alcanzar esta precomprensión es coronar una cumbre en nuestro arduo aprendizaje. No pensar a Dios como un ser solitario, ajeno a las realidades temporales; pensarlo como un Dios comunidad, familia, sociedad, fraternidad… cercano, dialogal, de alianzas. En una palabra, Dios amor.

Dios es amor, y amor es darse, es entrega y unión. Los tres que son uno. Dios es el amante y el amado de las tres personas. Se disuelven en un solo ser.

Los versos de san Juan de la Cruz:

Como amado en el amante
uno en otro residía.
Tres personas y un amado
entre todas tres había,
y un amor en todas ellas,
que un amante las hacía,
y el amante es el amado
en que cada cual vivía…
Por lo cual era infinito
el amor que las unía,
porque un solo amor tres tienen,
que su esencia se decía;
que el amor, cuanto más uno,
tanto más amor hacía.

Tomado del Romance sobre el evangelio “in principio erat Verbum”, acerca de la Santísima Trinidad.

Si estos versos nos resultaren oscuros, entonces quizá parezca más lúcida la frase de San Agustín: “entiendes la Trinidad, si vives en el amor”.

Quien ama de veras, con gusto se perdería en la otra persona, se disolvería en el otro como ser uno solo. Los dos que son una sola carne. En la institución hindú, la novia pregunta “¿Tú quién eres?” Y el novio responde: “Soy Tú”.

En la Beatísima Trinidad: tres amantes y un solo amado, las tres personas se disuelven en un solo ser. A su imagen, varón y mujer por amor deben llegar a ser uno, sin dejar de ser dos.

¿Cómo experienciar el misterio? Para no extraviarnos completamente, podemos colocar unas señales.

Cristianismo es comunidad. Aunque la vivencia religiosa es interior, cosa del corazón, la expresión comunitaria consolida la fe. La práctica cristiana es inseparablemente amor a Dios y amor al prójimo. La fe se cultiva en una comunidad fraterna y orante.

Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se salvara por él. De igual manera han de vivir los discípulos, pues su misión no es otra, es la misma de Jesús.

La súplica que, prosternado en tierra, Moisés hizo a Dios: “Que mi Señor vaya con nosotros, aunque éste es un pueblo de dura cerviz”, nos concierne. Hemos de doblegar nuestro orgullo para sentir que Dios es “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”.

Somos morada de Dios. Lo expresa el saludo de Pablo que seguimos dándonos al principio de nuestras celebraciones eucarísticas: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”.

En la liturgia de la Santísima Trinidad se introdujo un párrafo muy singular: “Eres un solo Dios, un solo Señor, no en la singularidad de una persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. De modo que al confesar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos lo que es propio de cada persona y también la unidad de la esencia y la igualdad de su majestad”. En el cielo cursa una demanda, san Lucas es el fiscal, contra el grupo de bautizados, que arguyen su condición de teólogos, autores de la fórmula griega.

Intentar encontrar una explicación válida y comprobable de que Uno sea Tres ya es una utopía. Y negar la realidad trinitaria sería como querer reducir el poder infinito de Dios. No sirven las representaciones antropomórficas. Acercarnos, con la mente y el corazón, al misterio nos es dado por revelación y sólo puede ser aceptado plenamente por la fe. “A Dios nadie lo ha visto jamás, sólo el Hijo que estaba en el seno del Padre es quien nos lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). No es fruto de un mero razonamiento. La fe ha de pasar de la mente al corazón y del corazón a la vida. Dios es vida y se manifiesta en los que Él crea a su imagen y semejanza.

Nos encontramos ante el más grande misterio que ni ojo vio, ni oído oyó… Adoremos al Padre, dispuestos a asumir el proyecto de fraternidad del Hijo, con toda la profundidad de nuestro ser en el Espíritu Santo. Se trata, pues, de emprender/continuar el “viaje fraterno”, guiados por el Espíritu de Cristo, hacia el horizonte trascendental establecido por Dios Padre para los seres humanos. Celebrar la Trinidad es la ocasión de palpar el misterio de Dios volcado hacia sus criaturas y de examinar el sentido de nuestra fe. Trata de cosas de las que sabemos algo: ser padre, ser hijo, el espíritu que envuelve y da sentido a su relación. ¿Qué hace falta para convencernos de que Dios es vida encarnada en lo cotidiano? Creer en la Trinidad es abrirnos al don, amar y ser amado. Viene a propósito citar la frase de la Imitación de Cristo de que más vale sentir la Trinidad que saber definirla.

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