"Toda la actividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene recíproca relación con ella. Para una adecuada formación de esa cultura se requiere la participación directa de todo el hombre, el cual desarrolla en ella su creatividad, su inteligencia, su conocimiento del mundo y de los demás hombres. A ella dedica también su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y disponibilidad para promover el bien común. Por esto, la primera y más importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino..." (Tomado de la Enciclica Centesimus annus)

» Colaborador: Pbro. Miguel Antonio Galíndez Ramos

  • Sacerdote de la Arquidiocesis de Valencia en Venezuela
  • Licenciado en Filosof'ia, Magister en Teologia y en Educación Superior Universitaria.
  • Profesor de Filosofía, jubilado activo de la Universidad de Carabobo.
  • Algunos de sus libros publicados: "Una alteridad constitutiva del Si-mismo" (sobre Rocoeur) Valencia 2000. "Buenas Noticias" (homiletica) Valencia 2001. Articulos en revistas nacionales y extranjeras.

» Principio Pastoral...

"Toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer aparecer el Amor de Nuestro Señor, a fin de cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el Amor, ni otro término que el Amor".

(Tomado del catesismo romano)

» Tiempo: PENTECOSTÉS

sábado, 10 de mayo de 2008

» PENTECOSTÉS / A


Pentecostés / A
1ª Lectura: Hch 2,1-11;
2ª Lectura: 1 Cor 12,3-7.12-13;
Domingo 11 de mayo de 2008

Evangelio: Jn 20,19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz esté con ustedes». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».

El Espíritu en el mundo

Según los Hechos (1ª lectura), los discípulos se llenaron del Espíritu Santo el día cincuenta (Pentecostés) después de Pascua. Según el evangelio de Juan, al anochecer del día de la Resurrección, se les apareció Jesús y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”. En su carta a los Corintios, sin fijarle una fecha precisa, Pablo comprueba el hecho prodigioso: “en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común” (2ª lectura).

Por lo visto, el relato de los Hechos no responde a una preocupación por establecer una cronología, sino que reseña un acontecimiento kairótico. Recoge la “fiesta de las semanas” del antiguo Israel, que se celebraba para conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí, la entrega de las tablas de la Ley a Moisés en medio de truenos, relámpagos y un viento huracanado. Elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar la intervención divina. Quiere significar la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana. Comienza la predicación más allá de las fronteras geográficas y culturales que enmarcaron la vida y ministerio de Jesús. Por eso, todos entienden el mensaje en su propia lengua, se dan cita todos los pueblos y se inaugura una nueva comunidad.

De otra manera ve el cuarto evangelio la comunicación del Espíritu. El miedo, la oscuridad y el encerramiento, con la presencia de Jesús se transforman en paz, alegría y envío misionero. Son signos tangibles de la acción misteriosa y transformadora del Espíritu en el interior del creyente y en la comunidad. Resurrección, ascensión, irrupción del Espíritu y misión de la Iglesia aparecen íntimamente articuladas. Establecer una cronografía no es la preocupación, se trata de la autocomunicación de Dios a las criaturas.

Participamos de la vida del Resucitado por la comunicación del Espíritu. Dios entra en una nueva relación con los hombres, la del padre con el hijo; y entre los hombres se establece una relación de hermandad (“Todo hombre es mi hermano”). Sólo así podrá surgir la verdadera paz que tanto deseamos. Este es un movimiento de interiorización.

Dios, en el judaísmo, era concebido como una realidad exterior al hombre. La relación se establecía a través de rígidas mediaciones: la Ley , el Templo. Delante de Dios, el ser humano sólo puede ser siervo, esclavo. La esfera de lo sagrado y la de lo profano no se tocaban. El derramamiento del Espíritu cambia la situación, nos ha pacificado con el Padre (“la paz esté con ustedes”) y nos ha hermanado con los semejantes. La misma realidad humana es el lugar donde Dios habita. La inhabitación del Espíritu es el principio que hace posible la vida del Resucitado en nosotros. Nos hace captar a Jesús como alguien vivo y cercano, sentirlo que anima y sostiene nuestra vida, vivir la experiencia de la cercanía absoluta de Dios. Nos da fuerza para cambiar y sentirnos libres en lo más íntimo de nuestro ser, para aprender a organizar la propia vida a favor de los que sufren y necesitan. No se trata de volvernos santos nosotros, segregándonos, sino de procurar una vida más digna para todos; lo que Jesús llamaba “reino de Dios”. Acoger el Espíritu es vivir con la alegría y el dinamismo de Jesús.

El Espíritu que se manifiesta en la Pascua de Jesús es la acción de Dios que engendra a su Hijo amándolo. Jesús es “el Hijo de su amor” (Col 1,13), “el hijo muy amado” (Mt 3,17-18). El Espíritu es acción: del Padre que engendra, del Hijo que se entrega al Padre y se deja engendrar. Términos como engendrar, poder generador, ser padre, aplicados a Dios son imágenes. Pero evocadores de una realidad divina.

F.– X. Durrwell escribe: “en la Pascua de Jesús… se afirma la trascendencia trasgrediéndose infinitamente. La interioridad divina es total efusión en Jesús constituido “espíritu vivificante” (1 Cor 15,45), pro-existente universal, solidario por su misma santidad con la humanidad pecadora” (Cristo nuestra Pascua, Ciudad Nueva, Madrid 2003, p. 161). No se trata del carácter inmaterial de Dios, sino de su viviente plenitud de ser frente a las realidades terrenas evanescentes, el culto del monte Sión y el del Garizim que no santifican. Añade Durrwell que “la plenitud de ser invade y transforma al Hombre Jesús en el instante en que no es ya nada en sí mismo, el instante de la muerte” (ibidem). El cuerpo de Jesús es el lugar privilegiado donde habita y mana el Espíritu en el mundo. “Raudales de agua viva brotarán de su seno. Esto dijo del Espíritu Santo” (Jn 7,37-38).

El Espíritu Santo constrúyela Iglesia, posibilita que las personas vivan juntas de una manera nueva. “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32ss). El Espíritu es el que pone en movimiento a la comunidad, para que las personas encuentren en ella sanación para sus heridas y experimenten liberación interior.

Pentecostés es Pascua en plenitud. Perdón de las deudas y ofensas, reconciliación consigo mismo, con la propia vida y con los semejantes. Liberación de esclavitudes para vivir realmente. Crecimiento personal y crecimiento de la comunidad-iglesia en la fe. Romper las estrecheces, volverse levadura del mundo. La Iglesia debe testimoniar el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, la posibilidad de resurrección que Dios nos ofrece.

Ante la miseria reinante en todos los ámbitos de la sociedad, podemos llenarnos de miedo y encerrarnos en nuestros pequeños problemas individuales, olvidándonos del gran asunto de Jesús. La fe nos dice que él sigue presente y su Espíritu sigue actuando a través de personas y organizaciones que luchan contra todas las formas del pecado que deshumanizan y alienan. Su dinamismo requiere de toda nuestra atención, pues no necesariamente está acompañado de ruidosos aspavientos. ¿Qué podemos hacer para descubrir y potenciar los dones y ministerios que el Espíritu sigue suscitando entre nosotros?
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